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El levantamiento del Titanic
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La zona fantasma, el paralaje, el revés: hay una rica historia cultural de exploración de lugares intermedios. En su última película, Titanic Rising, Weyes Blood, también conocida como Natalie Mering, ha diseñado su propio universo para explorar con emoción los misterios de la vida. Maniobrando a través de un continuo espacio-temporal, interpreta el papel de una antropóloga melódica, a veces melancólica. Resulta revelador que Mering clasifique Titanic Rising, que fue escrita y grabada durante la primera mitad de 2018, tras tres álbumes y años de gira, como The Kinks y la Segunda Guerra Mundial o Bob Seger y Enya. Esta última captura el carácter expansivo deliberado del álbum («Se nota que no hay nadie moviendo los hilos en el estudio de Enya», señala con admiración). La primera refleja su necesidad imperiosa de conectar con los oyentes. «La claridad de Bob Seger es inconfundible. Soy una gran fanática de la composición conversacional», añade. «Intento hacerlo de una manera que también utilice imágenes abstractas». La vocalista de Weyes Blood creció cantando en coros de góspel y madrigales. (Escucha con atención Titanic Rising y también escucharás cómo el jazz de Hoagy Carmichael se mezcla con el ingenioso misticismo de Alejandro Jodorowsky y el monomito del erudito Joseph Campbell). «Something to Believe», un confesionario que hace un uso juicioso de la guitarra slide, aborda esa educación cosmológica. «Creer es algo que todos los seres humanos necesitan. Los mitos compartidos son parte de nuestra psicología y supervivencia», afirma. «Ahora tenemos una extraña mezcla de capitalismo, cine y ciencia. Ha habido momentos en los que me he sentido muy existencial y perdido». De niña, llenó ese vacío con Titanic. (Sí, la película). «Fue diseñada para niñas pequeñas y tenía su propia mitología», explica. Mering también se dio cuenta de que el exitoso romance en realidad ofrecía una historia sobre una pérdida nacida de la arrogancia del hombre. «Es muy simbólico que el Titanic se estrellara contra un iceberg, y ahora ese iceberg se derrite y hunde la civilización». Hoy en día, esta arrogancia también se extiende a la adopción incesante de la tecnología, a expensas tanto de la felicidad como de la capacidad de atención. Pero Weyes Blood no es algo para cocer. Sus observaciones se desarrollan en un paseo etéreo: mucho más meditativo que cínico. Para Mering, escuchar y pensar son experiencias simultáneas. «Hay influencias complicadas mezcladas con melodías nostálgicas más identificables», afirma. «En mi mente, mi música parece tan grande, una verdadera producción. No soy un gran artista popular, pero me siento como tal cuando estoy en el estudio. Pero eso nunca le quita importancia a la música. Solo estoy creando un espacio más grande para mí».